Entrevista a Montserrat Espallargas
Nacida en Barcelona en 1964, Montserrat Espallargas es licenciada en Ciencias de la Comunicación y diplomada en Publicidad i Márqueting por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Periodista y escritora, Espallargas siente la vocación de escribir desde los once años y confiesa que “en más de una ocasión el oficio de escribir me ha salvado la vida”. Actualmente alterna su labor docente en lengua catalana, en habilidades comunicativas y en técnicas narrativas, con una consulta privada para niños y adultos con problemas de acoso escolar o de mobbing laboral. Su variada producción literaria ha sido galardonada con numerosos premios y, entre ellos, destacamos Vides de filferro, LII Premi Recull Joaquim Ruyra 2016, Tot ho dono per perdut, Premi Joan Marquès Arbona de narrativa Vall de Sòller 2016, y El Clan de Sa Ràpita, su primera novela negra, Premi Ferran Canyameres de Novel·la 2017.
¿Escribes desde los once años? ¿Podrías explicarnos cómo fueron tus inicios literarios y qué te impulsó a escribir?
Aunque me incorporé a la lectura bastante tarde, ya que hasta los once años no conseguí leer un libro yo sola, porque padezco de un trastorno de aprendizaje que es el de la lateralidad cruzada y que se manifiesta con un bajo nivel de comprensión lectora, cuando lo hice, me convertí rápidamente en una gran lectora. Supe enseguida que deseaba dedicarme profesionalmente a escribir, ya que esta profesión combinaba todos los ingredientes que conjugan con mi personalidad: imaginación, disciplina, amor por las palabras y soledad, que es un estado, que yo, que he sido hija única, sé sobrellevar perfectamente. Enseguida tuve claro que la de escribir no era una profesión rentable, y por eso decidí estudiar la carrera de periodismo. En aquel tiempo, y con mi inexperiencia, pensé que era la profesión que más se aproximaba a la literatura. Luego, me di cuenta que ésta era una actividad muy estresante y que poco tenía de literaria y, además, no me permitía compaginarla con mi verdadera vocación que era la de escribir. Eso me llevó a una crisis profesional importante y en el año 96 se produjo una gran fractura interna en mí, hasta el punto que llegué a enfermar gravemente y, a consecuencia, de ello, decidí cambiar de vida y apostar por lo que había querido hacer siempre que era escribir. Entonces, opté por abandonar el periodismo y dedicarme a la enseñanza que era una actividad que me permitía perseguir mi sueño. Me matriculé en el Aula de Lletres de Barcelona, que fue la primera escuela de escritura que hubo en esta ciudad y hasta hoy.
Cuento o novela ¿Qué prefieres?
Me considero novelista, he llegado a cultivar el cuento de forma casual, después de una larga etapa en la que me dediqué a escribir una novela extensísima, a la que le dediqué casi diez años de mi vida y que me dejó exhausta. Esta circunstancia me agotó muchísimo y me condujo a un periodo de mi vida en el que me ocupé de escribir relatos exclusivamente. A pesar de esta eventualidad, creo que el cuento es un género literario mucho más difícil que el de la novela y que te proporciona otras satisfacciones que la novela no te comporta. Por ejemplo, los cuentos te permiten resolver de forma rápida la trama de la historia. En cambio, en la novela, el argumento hay que arrastrarlo durante un largo espacio de tiempo y hay que saber dosificar, de forma rentable, la información en beneficio no solo de la intriga sino del equilibrio del corpus narrativo. Además, en los relatos, nunca se experimenta la sensación de vértigo que se produce cuando escribes una novela, y la relación del escritor con el texto no es tan angustiosa como en la novela. Otra ventaja de los cuentos es que te permiten trabajar con más celeridad, con más nervio y ello lleva al límite tu ingenio.
Con tu primera recopilación de cuentos, Vides de filferro, ganaste el LII Premi Recull Joaquim Ruyra 2016. ¿Cómo se gestaron las diferentes historias de esta obra? ¿Satisfecha con el resultado? ¿Están todas las narraciones ambientadas en Mallorca? ¿Nos explicas por qué?
Yo quería hablar sobre la fragilidad humana, sobre la vulnerabilidad de los humanos. La idea surge a partir de una reflexión muy personal mía que es la siguiente: creo que vivimos en un mundo en el que prima el poder y la fortaleza como valores supremos y que se nos educa para afrontar la adversidad con entereza. Para mí este es un enfoque muy maquiavélico de nuestro sistema de valores y que no se corresponde con la realidad, porque cuando la vida nos despierta a fuerza de contrariedades es cuando nos damos cuenta de nuestra propia fragilidad. Las historias de Vides de Filferro son las de unos personajes que han despertado de pronto a su propia fragilidad, a causa de las circunstancias adversas a que les ha enfrentado la vida y cada uno de ellos reacciona de forma diferente ante la plena conciencia de esa vulnerabilidad. Sus valores, en algunos casos son disolutos como la vida íntima de muchos de nosotros.
En cada uno de los relatos que conforman las Vides de filferro hay una línea de trabajo común que es el examen o la exploración de la existencia humana, porque no me interesa la literatura que se configura a través de una anécdota o de un hecho intrascendente. Me interesan las realidades interiores de los personajes, no sus realidades exteriores, todo lo que el hombre puede llegar a ser o a hacer. En cada uno de los seis relatos de la obra hay una interrogación existencial sobre los grandes temas: la muerte, el ser, el amor, la vida…
De las seis historias, cuatro están ambientadas en Mallorca. Me preguntan frecuentemente por qué casi todo lo que escribo lo ubico en la isla. He reflexionado mucho sobre este tema porque no era consciente de ello. Creo que en parte se debe a la concepción que tengo del espacio literario y la influencia que deben haber tenido en mí muchos de los autores que he leído y que han creado espacios míticos literarios. Es el caso de Juan Rulfo con su Comala, o de Onetti con su Santa Maria o el más conocido García Márquez con Macondo o Llorenç de Villalonga con Bearn. Creo que yo también necesito de mi espacio literario propio, pero en mi caso no tengo la necesidad de inventarlo, yo viví en Mallorca durante diez años de mi vida, fueron diez años muy intensos y creo que Mallorca funciona en mí, proporcionándome mi propio espacio literario, a mitad de camino entre lo mítico y lo real.
Para mí, Mallorca es un pedazo de geografía desde el cual examino el mundo que me interesa explorar. La distancia espacial y temporal me permite adquirir una perspectiva diferente y situar en unas coordenadas espacio-temporales reales una historia con una vocación universal.
Tot ho dono per perdut, tu segunda recopilación de cuentos, ganó el Joan Marquès Arbona de Narrativa Vall de Sòller 2016. ¿Qué diferencias resaltarías con respecto a Vides de filferro?
Es muy diferente a Vides de filferro, que es una obra muy pensada, muy elaborada y muy trabajada, de la cual un crítico recientemente ha dicho de ella que es una obra en la que no sobra ni falta nada y donde cada palabra llega a su destino. En cambio, Tot ho dono per perdut es una obra más espontánea que nace de una sensación de pérdida por la que todos hemos pasado alguna vez en la vida. Es una obra menos reflexionada, a pesar que ha recibido el premio Joan Marquès Arbona, porque nace de un trabajo menos disciplinado y metódico que Vides de filferro, y yo soy una persona extremadamente disciplinada y siento que en esta obra he sido más espontánea que en la otra, y eso, a veces, me incomoda. Hay en Tot ho dono per perdut, un trasfondo importante de pérdida, sea cual fuere, el de amigos irreconciliables, o el del amor o el de un hijo, y frecuentemente, esa sensación me duele. No me es fácil enfrentarme a según qué texto de esta obra, como es el caso de Pía, que habla de la pérdida de un hijo, y que me vincula a una época muy dura de mi vida.
Y llegamos a El Clan de Sa Ràpita, tu primera novela negra, premiada con el XXVIè Ferran Canyameres de Novel·la 2017 y publicada como segundo título en la nueva colección Lo Marraco Negre, de Pagès Editors. ¿Te has inspirado en la realidad para escribir la novela? ¿Cuánto hay de realidad y cuanto de ficción?
La trama de la novela es totalmente ficticia, nunca existió un rector en la Universitat de les Illes Balears que muriera asesinado, pero sí que existió un rector que murió muy joven, a los cincuenta y dos años, igual que el personaje de mi novela. Y lo hizo de forma natural y de forma inesperada y a mí esta circunstancia hizo que surgiera en mí una pregunta: y si no hubiera muerto de forma natural, ¿quién podría tener motivos para asesinarle? Y a partir de esta interrogación me surgieron muchos otros temas de fondo que me interesaba cuestionar: ¿hasta dónde un individuo es capaz de llegar para preservar su prestigio intelectual? O ¿es lícito asesinar a un hombre que era un pseudointelectual, que no era tan puro desde el punto de vista intelectual como parecía? Todas estas cuestiones aparecen planteadas en la novela.
La historia de El Clan de Sa Ràpita es también la historia del fracaso de una generación, aquella que participó en el mayo francés del 68, del cual recientemente hemos celebrado el 50 aniversario, de unos hombres y mujeres que creyeron que la revolución era posible, pero que después cuando se dieron cuenta que no era tan fácil, saltaron al primer carro que pasó y al renunciar a sus ideas se sienten directa o indirectamente responsables de este asesinato.
Dice uno de los eslogans del mayo francés: Ceux qui font les révolutions à moitié ne font que se creuser un tombeau (los que hacen la revolución a medias acaban cavando su propia tumba). Este es el eslogan que define la figura de este rector, de un hombre que hizo una revolución a medias y que acabó cavando su propia tumba.
La trama de El Clan de Sa Rápita, ambientada en Mallorca, gira en torno al asesinato de Colau Grimalt, el rector de la Universitat de les Illes Balears, y está escrita en mallorquín. ¿Por qué escribir una novela negra con la comunidad universitaria como telón de fondo y en una de las variedades lingüísticas de la lengua catalana?
Hay quien dice que los escritores escribimos siempre la misma historia desde diferentes puntos de vista. A mí hay unos temas que me han perseguido siempre y son aquellos temas relacionados con determinados ambientes arribistas. Quizás esto es porque en una época de mi vida, cuando ejercía de periodista en Mallorca, entré en contacto o mejor dicho entró en contacto conmigo un ambiente arribista de personas que, procedentes de diferentes estatus sociales, algunos eran hijos de comerciantes, otros eran hijos de trabajadores, hijos de militares…habían asaltado el mundo de la política, de la universidad y de la judicatura como forma de promoción social y económica. Estoy hablando de finales de los años ochenta hasta finales de los años noventa, es lo que yo llamo la generación de la postransición que desplazó, en su día, en la jerarquía social de esa época, a la generación de la transición. Yo me integré en esta generación y accedí a un determinado estatus que, por mi ascendencia, nunca hubiera alcanzado. Esta sociedad me fascinó, al principio, pero después progresivamente me fracturó, y en el zénit de mi carrera decidí abandonarlo todo para seguir mi verdadera vocación.
Este mundo arribista me conectó con diferentes lecturas que había hecho de muy joven y que me interesaron mucho, con las obras de Bell ami, de Maupassant o Les il·lusions perdudes, de Balzac o Roig i Negre, de Stendhal, y en Vides de Filferro ya cuestioné este mundo de la política donde yo me integré, y ahora deseaba cuestionar el mundo universitario que conocí no solo en esta etapa mallorquina de forma indirecta, sino también directamente en la Universidad Rovira i Virgili donde estuve trabajando como directora de comunicación.
¿Por qué la escribo en la variedad mallorquina y no en catalán estándar? Porque creo que el entorno cultural y social influye y condiciona la obra de un escritor y en mi caso la ha condicionado en cuanto a la temática y también en cuanto a la lengua. Paul Léautaud dijo que tu lengua es tu país, lo que significa que tu país no es geográfico sino lingüístico, que el autor debe su lealtad vital a su lengua. Yo tengo un compromiso con mi lengua, pero al mismo tiempo, una necesidad de reivindicar las diferentes variedades del catalán en los diferentes territorios de habla catalana. No sé si es por mi origen, mi familia es originaria de las tierras de Tarragona, del sud de Catalunya, del Priorat, concretamente, y en mi casa siempre escuché hablar en esta variedad de catalán. Cuando llegué a Mallorca también allí fui consciente de la variedad que hablaban ellos y tomé consciencia de la marginalidad en que conviven las diferentes variedades de la lengua catalana respecto al catalán central. Por esta circunstancia, creo que he hecho de este tema una bandera y en este libro no solo introduzco esta variedad, sino que hay un personaje que es filólogo y habla en la variedad propia de la zona de Campos, que es donde se localiza la zona de Sa Rápita.
La narración avanza en círculos concéntricos a través de la versión y los recuerdos de cinco personajes (los tres vicerrectores, la esposa y la amante del muerto). ¿Cuál es el objetivo de incluir la voz de cinco personajes con cinco puntos de vista diferentes en el desarrollo de la novela?
Como bien dices, la historia está explicada en cinco voces narrativas diferentes y funciona por una acumulación de datos que se van sumando y que van tejiendo las circunstancias que rodearon al asesinato del rector y de la figura de este personaje. Son cinco voces, a veces coincidentes y otras divergentes. Esta es una técnica, que se llama multiperspectivismo, y que innovó Henry James en el siglo pasado, con la cual el narrador va focalizando diferentes personajes de forma parcial para que el lector vaya construyendo su propia historia. Esta técnica ofrece muchas posibilidades, entre otras, permite dibujar un personaje o una situación desde diferentes puntos de vista, y esto, puede llegar a hacer dudar al lector de cuál es la realidad. Y esa era mi intención, que la estructura técnica reforzara otro subtema de la historia y es que la realidad no existe, que nada es lo que parece. Y que la única realidad objetiva posible es la suma de todas las realidades subjetivas.
Novela negra o novela de reflexión filosófica. ¿Cómo calificarías El Clan de Sa Ràpita?
Para mi El Clan de Sa Ràpita, a pesar de que he ganado con ella el premio Ferran Canyameres que es un premio de novela de intriga, de misterio y negra, no es una novela negra, es una novela existencial porque examina y explora la existencia de un determinado colectivo de hombres y mujeres universitarios que se creen humana y moralmente superiores al resto, que se mueven en la frágil frontera del bien y el mal y entre el relativismo moral y la objetividad de la ley.
El asesinato del rector es, para mí, simplemente una excusa para poner sobre la mesa una paradoja que acaba convirtiéndose en eje central de la novela: la concepción del asesinato del rector no como un hecho reprobable sino como un hecho meritorio. Asimismo, mi objetivo es plantear y dar respuesta a algunas interrogaciones existenciales del tipo como las que he señalado: ¿Hasta dónde es capaz de llegar un individuo para preservar su prestigio intelectual? o ¿es lícito o no matar a un intelectual que quizás no era tan puro como parecía?
Como autora, mis preocupaciones en esta obra no son las de dar respuesta a los detalles que rodean al asesinato, sino que me preocupan más las motivaciones que impulsan al asesino o asesinos o a la asesina o asesinas a acabar con la vida del rector. No hay investigación en torno al asesinato, no existen las figuras tradicionales de los investigadores, hay un muerto y unas motivaciones que deseo esclarecer al lector.
En este sentido, mi intención es conectar con la larga tradición de novela nihilista entre los que están algunos de mis referentes literarios, como son Dostoievski, o Manel de Pedrolo. Tanto en uno como en otro, el asesinato es solo una excusa para plantear otro tipo de cuestiones existenciales. Dostoievski asesina a una usurera en Crimen y Castigo para interrogarse si es lícito o no asesinar a un ser que no aportaba nada a esta sociedad y Manel de Pedrolo en M’enterro en els fonaments asesina a un funcionario que representa la máquina represora del Estado, para interrogarse si es lícito o no eliminar aquellos personajes que se erigen en árbitros absolutos del mundo y de las vidas de sus ciudadanos, vidas que reducen y que anihilan poco a poco llevados por afán de dominio y que no respetan nada, ni la existencia ni la dignidad de la persona.
Todos estos personajes concluyen que son seres extraordinarios y que su superioridad moral y humana les permite transgredir la ley sin importarles la ley moral. El nihilista es aquel que declara la guerra a lo que pueden considerarse las mentiras convencionales de la humanidad civilizada. Mis personajes son híbridos, seres que pretenden ser nihilistas, pero que restan sujetos a la hipocresía del mundo social e intelectual.
¿Cómo han acogido El Clan de Sa Rápita en los círculos universitarios de les Illes Balears?
Se han dirigido a mí muy pocos miembros que pertenezcan al ámbito universitario balear, pero los que lo han hecho me trasladan la idea de que, como siempre, la realidad supera la ficción. Incluso algunos me han explicado circunstancias concretas sobre sus experiencias en el ejercicio de su profesión en la Universidad, situaciones muy reveladoras que ponen de manifiesto lo que he pretendido relatar en mi obra y es que este colectivo, igual que otros muchos colectivos profesionales, tiene sus propias miserias. Con sus experiencias me ratifican en la idea de que bajo su apariencia intelectual, hay muchos hombres y mujeres que se creen moralmente y humanamente superiores al resto y que se mueven por los mismos instintos e intereses. Mi objetivo con esta obra, pero, no era retratar el ámbito concreto de la universidad balear, sino elaborar un documento social de un determinado ambiente universitario, con una vocación universal, no escribir una crónica circunscrita a un momento concreto de la historia y a una universidad. Lo que he circunscrito en esta universidad podría circunscribirse en cualquier otra, un ejemplo claro y reciente es el de la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid, que ha vivido circunstancias muy parecidas a las que protagonizan los personajes de mi novela.
¿Decidiste el desarrollo y el final de la novela antes de empezar a escribir? Cuéntanos cuál es tu método.
Antes de escribir, trabajo en profundidad las biografías de los personajes, pues sin este trabajo previo no sé avanzar en una obra. Necesito conocerlos como si se tratara de mi persona. Me interesa su pasado y las circunstancias que, de una u otra manera, han influido en su vida. Por otro lado, desarrollo la trama principal y la dejo reflejada, capítulo a capítulo, distribuyendo la información de la forma que considero más rentable para la efectividad de la historia, pero a rasgos generales. Solo me permito improvisar las escenas de cada capítulo, este es el único margen sorpresivo que dejo. Sé que va a suceder, pero no sé dónde va a pasar. Y, por último, trabajo la voz narrativa, uno de los puntos más importantes de cada obra, el tono, la melodía, la cadencia y la armonía, que comprende desde la organización del texto, la arquitectura de la frase, sus campos semánticos y sus mapas lingüísticos. Es decir, el ADN de cada novela.
Has presentado El Clan de Sa Rápita en festivales de referencia dedicados a la novela negra en catalán como Tiana Negra, El vi fa sang y El Segre de Negre. ¿Qué puedes decirnos de tu experiencia? ¿Consideras necesaria la existencia de los festivales de género negro? ¿Por qué?
Ha sido una experiencia muy gratificante. Hay un público lector que se mueve en torno a estos festivales y acudiendo a estos eventos se consigue que nuestras obras les lleguen. Solo me preocupa que no existan festivales o actividades similares para la literatura que no se circunscribe a este ámbito. Hay muy buenos lectores que no son lectores de literatura negra y no tienen estas plataformas en las que reunirse. Hay actos de presentaciones que no tienen la repercusión que tienen estos festivales, debería estudiarse este fenómeno y trasladarlo no sé cómo al resto de literatura.
Cinco recomendaciones de lecturas imprescindibles de cualquier género… y cinco de lecturas negras…
Cualquier género:
Crimen y castigo, de Fiodor Dostoievski.
La montaña mágica, de Thomas Mann.
Los días azules, de Fernando Vallejo.
No es medianoche quien quiere, de Antonio Lobo Antunes.
Illa Flaubert, de Miquel Àngel Riera.
Género negro:
M’enterro en els fonaments, de Manel de Pedrolo.
Extraños en un tren, de Patricia Highsmith.
La piedra lunar, de Wilkie Collins.
A sangre fría, de Truman Capote.
Los crímenes de la calle Morgue, de Edgar Allan Poe.
¿Qué novelas recomendarías para despertar el gusto por la lectura en los jóvenes, tan inmersos actualmente en el “agujero negro” de las nuevas tecnologías, los videojuegos y las redes sociales?
No estoy de acuerdo con esta teoría que asocia el descenso del gusto por la lectura con las nuevas tecnologías y los videojuegos. Soy periodista y como periodista todas las nuevas tecnologías me interesan, todos los avances tecnológicos que contribuyan a mantenernos informados o a incrementar la inmediatez de la información me parecen interesantes. Creo que el problema radica en la escuela, en el tipo de enseñanza y de protocolos que se siguen para incrementar el hábito lector en este ámbito. Demasiado frecuentemente, en estos entornos, se asocia la lectura con una asignatura que hay que evaluar. Se evalúa la capacidad de comprensión lectora de los alumnos, se les pregunta constantemente por detalles de las obras que tienen que leer. Por ejemplo, recuerdo el caso de un niño que me decía que en un examen sobre El fantasma de Canterville, le preguntaron sobre el color de ojos de la protagonista y sobre el color de una mancha que aparece en una pared. Cuando me contaron este incidente, yo recordé una obra de ensayo de Julian Barnes, El loro de Flaubert, que leí hace muchos años, en el cual el autor nos advierte que la protagonista de Madame Bovary, Emma Bovary, es descrita con un color de ojos distinto en dos o tres escenas. No se sabe si Flaubert era consciente de esto, se desconoce si lo hizo aposta para reflejar el cambio del color según la luz que la iluminaba o fue realmente un despiste. Todo esto lo cuento porque si se hubiera preguntado a un alumno por el color de ojos de esta protagonista de Madame Bovary, ¿qué hubiera dicho? Con ello, quiero transmitir que no es importante para la transcendencia de esta obra el color de los ojos de Emma Bovary, pues la trascendencia de este texto va mucho más allá. No podemos transmitir la idea de la lectura asociada a una asignatura que mide comprensión lectora, hay que enseñar a los alumnos a asociar la lectura con la belleza, con el espíritu artístico y sobretodo con el ocio. Cualquier otro planteamiento fracasará. No evaluemos las lecturas como se evalúan las matemáticas, no hay respuestas exactas en literatura, valoremos las sensaciones que hayan sentido nuestros alumnos y evaluemos, en otro orden de cosas, los conocimientos literarios sobre los autores. Una cosa es la lectura y otra la asignatura de la literatura. Si en mi época me hubieran evaluado mi capacidad de comprensión lectora, que como he dicho es muy baja por el trastorno que padezco, creo que me hubieran hecho aborrecer la lectura. A veces, no tengo una capacidad muy alta de comprensión de lo que leo, pero mis sensaciones… mmmmm… mis sensaciones, estas son inexplicables. Eso es lo que hay que transmitir a los alumnos, la sensación de placer asociada a la lectura.
Algunos consejos para empezar a escribir…
Leer mucho, muchísimo, empezando por los autores clásicos, sobre todo por los realistas y naturalistas que son los padres de la novela y después ir avanzando hasta llegar a los narradores actuales y analizar los cambios que han experimentado, en estos dos siglos, las voces narrativas, las construcciones sintácticas, los campos lingüísticos, los mapas semánticos y las nuevas formas de nombrar al mundo. Y a través de las lecturas y de otros ejercicios de imitación sobre estos textos, intentar encontrar la propia voz narrativa, la que debe distinguirte de todos los autores que te han precedido. Para mí no todo vale en literatura, no es suficiente tener una buena trama para escribir un buen libro, hay que encontrar la forma de cómo narrarla. Mercè Rodoreda decía textualmente: “toda la gracia de escribir radica en acertar el medio de expresión, en cómo hacerlo”. Estoy totalmente de acuerdo con esta idea, creo que es tan importante la historia como la voz narrativa que utilizas para escribirla. Decía Juan Rulfo que la relación que debe mantener el escritor con la lengua en la que se expresa ha de ser la misma que tiene que existir entre un enamorado y la persona amada: una relación de fidelidad y, por otro lado, una cierta distancia para mantener la llama del amor encendida. Y esta idea trasladada a la literatura, dice él, que significa: fidelidad y transgresión. Para mí es muy importante la transgresión, romper moldes de lo que ya se ha hecho y encontrar nuevas formas de nombrar al mundo y volcarlas en un texto. El secreto para un escritor que empieza es encontrar, repito, su propia voz narrativa, la que lo singularizará respecto al resto. Esa es la principal recomendación que le haría a cualquier persona que comience ahora.
Por último, háblanos de tus proyectos de futuro.
Soy una persona muy supersticiosa y no me gusta mucho hablar de mis proyectos, discúlpame, por favor, solo te diré que estoy acabando una novela en la que llevo trabajando un año y medio y cuando termine tengo otra novela pendiente de acabar y luego está mi gran obra faraónica, la novela a la cual he dedicado casi diez años de mi vida, que está pendiente de que la reduzca a unas 700 páginas, por encargo de una editorial, la original tiene 1200.
Desde Mucho Más Que Un Libro te deseamos mucha suerte.