Entrevistas Novela histórica

Entrevistamos a Rafa Saiz, autor de “Camino de Singra / Pel camí de Singra”

Rafa Saiz. Fotografía de Pep Izquierdo.

Nacido en Capellades (Barcelona), en 1967, Rafa Saiz ha dedicado su vida profesional a entornos puramente técnicos, acordes con su vocación y formación. Camino de Singra / Pel camí de Singra, publicada en castellano y catalán, es su primera novela, basada en hechos reales con parte de ficción y ambientada en tiempos de guerra. La ha escrito con mucha ilusión y una gran afición a las crónicas del pasado más reciente de nuestro país. En relación con la historia, afirma que prefiere las vivencias personales más que las maniobras militares, un reencuentro familiar antes que la ocupación de una ciudad y el descubrimiento de una fosa común por encima del enaltecimiento de un mausoleo.

Nos dices que no eres escritor ni aspiras a serlo, pero has escrito una novela que repasa el posible periplo seguido por Federico Centellas desde que fue llamado a filas para combatir por la República en abril de 1937 hasta ser dado por desaparecido en Singra, un pequeño pueblo ubicado al noroeste de la provincia de Teruel, en enero de 1938. ¿Por qué decidiste escribir este relato? ¿Quién fue Federico Centellas? Cuéntanos.

Primeramente, te aclararé que, inicialmente, escribí «no soy escritor y no aspiro a serlo» por la sensación de intrusismo que sentí en un principio. ¿Cómo un tipo sin formación literaria osaba publicar una novela? Reconozco que, en poco tiempo, ese complejo de intruso se me pasó, y después de la aceptación de los lectores, las fantásticas críticas recibidas y ver como algunos institutos incorporaban mi libro a las lecturas obligatorias; después también de publicar algunos relatos cortos y estar trabajando actualmente en dos nuevos proyectos, puedo decir que sí, me siento escritor. Posiblemente, en próximas ediciones deba rectificar ese inicio y sustituirlo por un prólogo que redactaría un buen amigo, también escritor.

Referente a la historia contada en el libro, Federico Centellas fue el primer marido de la abuela de mi mujer, la cual conocí y tuve la suerte de escuchar sus recuerdos, lo que quedaba en su memoria después de años de silencio. Tras investigar, recopilar datos y con la ayuda de algún hallazgo inesperado, mi hija decidió hacer su trabajo de Bachillerato sobre la figura de su bisabuelo. Paralelamente, y sin que en casa lo supieran, yo fui escribiendo el libro, pretendiendo rendir homenaje a Federico, y a todos esos hombres que desaparecieron durante la Guerra Civil.

La Ley de Memoria Democrática entró en vigor en octubre de 2022 para reemplazar la de Memoria Histórica de 2007. ¿Podrá esta ley ayudar a encontrar los restos de los familiares desaparecidos en la Guerra Civil? ¿Qué requisitos hay que cumplir para solicitar información del padre o abuelo desaparecido?

La Ley de Memoria Democrática topa con el escollo de gobiernos autonómicos que están boicoteando su aplicación de forma sistemática. Hay que entender que determinados partidos de derechas o ultraderechas pretenden inculcar que lo que pasó durante la guerra fueron episodios que hay que enterrar en el olvido, bajo la excusa de que recordar promueve el odio.

Todo lo escrito pervive, y por eso es importante que queden escritas estas historias, para que futuras generaciones entiendan que en otro tiempo y en nuestra tierra, amigos, vecinos e incluso familiares, se mataron entre ellos.

Todas las familias que buscan o reclaman un desaparecido deben dirigirse a su gobierno autonómico, en el caso catalán a Memorial Democràtic, y también hay repartidas por todo el territorio nacional asociaciones memorialistas que ayudan a las familias a hacer los trámites necesarios. Aquí no hablamos de reabrir antiguas heridas. Hablamos de cerrar heridas abiertas.

Recreación de escenas de la batalla de Singra.

Imagino que, para la familia, reconstruir el itinerario seguido por Federico desde que fue llamado a filas el 15 de abril de 1937 hasta que se le da por desaparecido en combate el 25 de enero de 1938 en la batalla de Singra, en el frente de Aragón, ha sido un proceso muy laborioso. ¿Cómo fue?  ¿Llegasteis a ir a Singra?

Efectivamente, una vez localizadas las referencias de las unidades donde sirvió, los datos del reclutamiento y los movimientos de su brigada, recopilé todos los libros que me pudieran dar información. Ayudado por las cartas y telegramas que envió a casa, pude reconstruir, de forma bastante exacta, dónde y cuándo pasó su periplo en los meses de guerra.

He visitado Singra en dos ocasiones. En la primera, mientras recopilaba datos. Era necesario pisar el terreno y ver de primera mano el escenario de aquella terrible batalla. La segunda, en la presentación de la edición en castellano del libro, un fin de semana al completo, que empezó el sábado por la mañana con unas magníficas recreaciones de escenas de la batalla, interpretadas por recreadores venidos de toda España. A mediodía, rancho para todos, con un espectacular guiso de jabalí, para terminar el día con la presentación del libro, en una sala repleta con más de 120 asistentes. El evento finalizó el domingo, con una visita guiada a las posiciones a batir durante la ofensiva, donde se conservan trincheras, refugios y nidos de ametralladora. La verdad es que el cariño de la gente de Singra lo llevaré siempre presente.

Federico Centellas, albañil de profesión, abandonó Jorba, su pueblo, dejando atrás a su esposa, Tereseta, y a su hija Conxita, de apenas un año de edad. ¿Cómo era la vida en la retaguardia durante la Guerra Civil? ¿Tuvo alguna ayuda Tereseta para sobrevivir con una hija tan pequeña?

No quiero ni imaginarlo. La vida de una joven sola, con una niña pequeña, debió ser dificilísima. Por suerte, Tereseta se pudo volver a casar, y su segundo marido, Josep, fue una bellísima persona, que trató a Conxita como su propia hija. También tuve la suerte de conocerlo en vida.

Esas mujeres de la retaguardia merecen su propio homenaje, pues no podemos ni hacernos una idea de las horribles condiciones de vida que sufrieron.

Tereseta y su hija, Conxita, en 1937.

Camino de Singra / Pel camí de Singra es una historia de ficción, aunque basada en hechos reales muy dramáticos. Junto a Federico Centellas y sus familiares más cercanos, el lector encontrará personajes reales como Florenci Ollé i Riba, un maestro de Vallbona, y Avel·lí Artis Gener (“Tísner”), periodista y escritor, que alcanzó el grado de teniente coronel durante la Guerra Civil. ¿Crees que sus destinos se cruzaron en algún momento con el de vuestro antepasado?

Indudablemente. Entre Florenci Ollé y nuestro Federico existió un evidente encuentro, por la propia coincidencia de brigada, origen y fechas, y detalles que explica Florenci en sus memorias. En la novela los presento como buenos amigos, aunque no puedo llegar a saber si fue así, o si simplemente fueron compañeros. Nunca lo sabremos. Es una de las licencias que me puedo permitir como novelista. Con Tísner, la coincidencia en las unidades y las batallas existió, pero al tratarse de un mando, posiblemente nunca cruzaran ni tan solo una palabra. En la novela aparece en diversas ocasiones, pero siempre con la distancia que corresponde al rango militar.

En cuanto a la situación en el ejército republicano, Camino de Singra nos presenta un auténtico caos, con la desorganización a la orden del día, mandos bastante ineptos y órdenes contradictorias. ¿Te has basado en los libros escritos por Florenci Ollé (Front d’Aragó: 123 Brigada Mixta: Memòries d’un mestre) y Avel·lí Artis Gener (la novela “556 Brigada Mixta” (1945) y su libro de memorias en cuatro volúmenes Viure i veure, publicado entre 1989 y 1996)?

Desde luego. Florenci decía una frase que lo resume: «si con este ejército tenemos que ganar, vamos apañados».  Muchos mandos republicanos ascendían por amiguismo, relaciones, o por tener ciertos estudios. Es el caso del propio “Tísner”, que por muy periodista que fuera, los grandes ideales que le hicieron regresar de Francia para alistarse voluntario, y que durante la contienda redactara las publicaciones Meridià, Amic y Vèncer, llegó a teniente coronel sin tener conocimientos castrenses. Posiblemente, era una temeridad poner bajo las órdenes de una persona así la vida de un gran número de soldados.

Federico Centellas, integrado en la unidad de zapadores, formó parte de la 123a Brigada Mixta del Ejército Popular de la República. ¿Puedes contarnos brevemente cómo funcionaban las llamadas Brigadas Mixtas y cuál era la tarea de los zapadores?

Al formarse el Ejército Popular, se constituyó en divisiones, las cuales estaban formadas por brigadas mixtas, que sustituyeron las columnas y milicias, desorganizadas y sin apenas comunicación entre ellas. En cada Brigada Mixta se integraban cuatro batallones de infantería formados por cinco compañías (cuatro de fusiles y una de ametralladoras) y un pelotón de morteros; un escuadrón motorizado de caballería, cuatro baterías de cañones de 75 mm y uno pesado de 105 mm, una compañía de zapadores, unidades de transmisiones, intendencia y sanidad. Con esa composición, que a la hora de la verdad fue teórica, ya que prácticamente nunca se logró completarla, cada Brigada podía operar de forma autónoma en el campo de batalla. En esas brigadas, los zapadores eran los encargados de construir refugios y nidos de ametralladora, así como camuflar posiciones para observación y descanso.

Alec Wainman (1913-1989), británico, fue uno de los voluntarios extranjeros que se integraron en el bando republicano. Además de conductor de ambulancia, intérprete y oficial de prensa en la Guerra Civil, su pasión por la fotografía le llevó a plasmar y coleccionar un buen número de instantáneas de la vida en la retaguardia. ¿Pudo coincidir con Federico Centellas durante la estancia de éste en Grañén, en la provincia de Huesca?

La verdad es que Alec Wainmann se movió por Grañén durante cierto tiempo. La foto que incorporé al relato me llamó la atención por el parecido con Federico que tiene uno de los que aparecen en ella. Esa foto fue realizada en Grañén, cronológicamente antes que Wainmann contrajera la hepatitis que le hizo regresar a su país.

Por lo que nos cuentas en la novela, el tabaco, hoy considerado un peligro para la salud y responsable de graves enfermedades, ejercía un efecto relajante en aquellos hombres sometidos a situaciones extremas. Cuando recibían paquetes enviados por sus familiares no podían faltar cartas, tabaco y alcohol, por este orden. ¿Era realmente así?

Que el tabaco y el alcohol eran armas tan importantes como los propios fusiles, es un hecho conocido. Los mandos lo sabían, y procuraban que los soldados pudieran tener su dosis de cazalla, coñac, o lo que hubiera a mano. Esos tragos servían como inyección de moral y daban el arrojo suficiente para lanzarse a atacar un enemigo que para ellos había sido impuesto. Los ratos de asueto eran larguísimos, hay que pensar que los momentos de combate en realidad son los menores, y durante el tiempo de tensa espera, unos pitillos servían para calmar los nervios. Por otra parte, el correo debía funcionar lo mejor posible, ya que tener un mínimo contacto con la familia era fundamental para la salud mental de aquellos jóvenes.

El analfabetismo, otro de los problemas crónicos del país, alcanzaba a un 25% de la población, soldados incluidos. Es el caso de Xano, un campesino de Espelt (Barcelona), compañero y amigo de Federico desde el reclutamiento. ¿Qué consecuencias dirías que acarreaba esta falta de instrucción?

Imagina marchar al frente, quedar desconectado de tu familia, y no saber nada de ellos durante meses. Muchos soldados que sabían escribir redactaban las cartas a sus compañeros analfabetos. Hay que tener en cuenta que, en el mundo rural, un número muy elevado de personas apenas sabían escribir su propio nombre.  Además, muchos de esos jóvenes nunca habían abandonado su pueblo, ni un solo día en su vida, hasta que estalló la guerra.

Invierno de 1937, uno de los más fríos en décadas.

Hombre de paz, apartado de sus seres queridos por una guerra cruel, Federico no comprende el porqué de los asesinatos de religiosos por elementos radicales en la Guerra Civil. Barbastro (Huesca), donde nuestro protagonista pasó casi dos meses en el verano de 1937, fue una de las urbes más activas en la quema de iglesias y matanza de inocentes al inicio de la contienda. ¿Cuál es tu opinión sobre lo que crees que debió sentir vuestro antepasado ante tanta barbarie?

Aquí no hay nadie inocente. Los dos bandos actuaron mal en determinados aspectos. Los anarquistas, en su afán de liquidar todo lo relacionado con la Iglesia, acabaron con importantes edificios y obras de arte, que nunca serán recuperadas. Sin ir más lejos, en mi propio pueblo, durante un tiempo se instaló un mercado dentro de la iglesia ocupada. En los pueblos pequeños, la convivencia entre los religiosos y la gente, posiblemente fue más fluida, y no se dieron tantos casos. Aun así, conocemos el dato de que la iglesia de Jorba, de donde partió Federico, fue incendiada durante el conflicto. El fanatismo de uno u otro color, siempre es dañino.

Desorganización, arbitrariedad, hambre, miseria, soldados mal equipados, muertes por congelación en uno de los inviernos más fríos en décadas, deserciones y, como guinda, auge de las enfermedades venéreas que se expanden sin control y causan un gran número de bajas. ¿Era así en los dos bandos?

En absoluto. Si, de entrada, el Ejército Popular era superior en medios a su adversario sublevado, y acabó a su merced, no fue por otra cosa que, por su desorganización, falta de profesionalidad, y carecer de la marcialidad necesaria en el mundo militar. Los fascistas sí que contaban con esa organización de carácter puramente militar y estructurado, lo que les llevó a la victoria final. En cuanto a las enfermedades, supongo que ambos bandos las sufrieron por igual, así como las numerosas muertes por congelación que hubo, por ejemplo, en la ofensiva de Teruel, donde se alcanzaron temperaturas de 20 grados bajo cero.

Una de las cartas que Federico escribió a Tereseta en 1937.

La última carta enviada por Federico Centellas a su esposa, Teresa Marimon, está fechada en Lasieso (Huesca) el 20 de noviembre de 1937. ¿Cómo habéis deducido su camino hacia el frente de Teruel a partir de ese momento? Y una reflexión que se me ocurre: si Federico era zapador, ¿por qué le hicieron entrar en combate el fatídico 25 de enero de 1938, día en el que cumplía 28 años?

El hecho de que su última carta estuviera sellada en la provincia de Huesca, era uno de los datos de los que la abuela Tereseta nos había hablado. Ella siempre creyó que su desaparición había sido en la zona del Cinca. La familia lo creía así también, hasta que apareció un estadillo de tropa del día 25 de enero de 1938, donde Federico salía a combate, pero no regresaba. Siguiendo el recorrido de la Brigada en ese espacio donde ya lo considerábamos desaparecido, vimos que, efectivamente, fueron destinados a reforzar la zona turolense, y atacar en el sector de Singra. El destino de unas posibles cartas escritas por Federico en ese espacio de tiempo, teniendo en cuenta que la unidad estaba en continuo movimiento, y que el invierno se estaba presentando especialmente duro… no me extraña que no llegaran nunca a su destino.

Sobre la otra cuestión, las unidades, según las necesidades del momento, incorporaban como zapadores a hombres de profesión albañil, pero frecuentemente se hacía de manera interina, y la falta de efectivos hacía que entraran en combate en cualquier momento en que la unidad fuera atacada, o existiera un objetivo a batir.

“Todos deberíamos poder encontrar a los familiares que ya han dejado este mundo para poder tener un recuerdo, dirigirles unas palabras o hacer gestos tan simples como limpiar un cristal y dejar unas flores…” ¿Continuáis buscando a Federico?

En este momento, estamos inmersos en un proceso de petición para que a los cuerpos de treinta y seis soldados que fueron exhumados en 2008 en el cementerio de Singra se les practiquen las pruebas de ADN. Se ha realizado una instancia a Presidencia del Gobierno de Aragón en ese sentido, ya que nos parece una falta de respeto para las familias de esos treinta y seis soldados que esas pruebas no se realicen. Tal vez, uno de ellos sea Federico, o tal vez no. Pero como mínimo, se les podrá poner nombre y apellidos a algunos de ellos, los que sus familias han reclamado en alguna ocasión. La herida sigue abierta, y finalmente lograremos cerrarla.

Es lo que todos deseamos.

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