Entrevistamos a Úna Fingal, autora de “Solo una extraña”

Úna Fingal nació en Lleida un 23 de octubre bajo el signo de Escorpio. Amante de la música, el cine, la lectura y los animales, su primer cuento lo escribió a los seis años. A los siete, montaba obras teatrales con cajas de zapatos, muñecas y vestuarios de papel. La imaginación ha sido su refugio desde siempre. De formación audiovisual, también cursó estudios de Filosofía en la Universidad. Fue actriz y creadora escénica durante veinte años. En 2011 decidió apartarse de los escenarios y platós para centrarse en su creación literaria. Hasta la fecha, ha publicado, entre otras, las siguientes novelas: La canción del bardo (2016), En sueños fue (2019), Apágame (2020), La princesa de Whitechapel (2021), El diablo tiene nombre de mujer (2021), La última frontera (2021), Tú, tan lejos (2023) y Sólo una extraña, publicada en 2025 por Octubre Negro Ediciones. Es miembro de Subur Negre Sitges, festival literario que celebrará su cuarta edición en noviembre de 2025 y participa en el Festival Octubre Negro en Madrid.
¿Qué fue primero para Úna Fingal, el teatro o la literatura? Cuéntanos.
Todo a la vez. Refiere la familia que el primer cuento lo escribí a los seis años, pero antes de saber escribir, los contaba desde que supe hablar. A los siete años me construí un teatro con una caja de zapatos y muñecas, vestuarios y decorados de papel, salían a escena según mi propio guion, y todo lo hice yo sola, como casi, años más tarde, haría también con mi propia compañía. Poco después, en el cole «trabajé» en mi primera obra teatral: «Pastorets», tenía una sola frase, pero se ve que la dije tan bien, que las profes: Anna y Rosa, me dijeron que era una actriz nata y que debía dedicarme. Llamaron a casa y todo. Y me dediqué, ja, ja, ja. Al mismo tiempo leía cuanto caía en mis manos, sin supervisión ninguna, sin dejar de llenar libretas y más libretas con cuentos e historietas. Así que, no te sé responder, creo que fue algo parecido al huevo y la gallina.
Desde 2016 has publicado trece novelas de diferentes géneros literarios ¿Tienes preferencia por algún tipo de narrativa? ¿Y alguna obra de la que guardes un cariño especial?
Sin duda alguna, a estas alturas ya he comprendido que prefiero la ficción histórica, porque para mí es como colarme a través de una ventana hacia un tiempo pasado en el que me hubiera gustado o gustaría vivir. Es la oportunidad de experimentar de una manera muy vívida un momento de la Historia, casi con la misma fidelidad que si hubieses estado. Un auténtico viaje en el tiempo.
En los diferentes géneros que he trabajado, normalmente los argumentos se sitúan en épocas pretéritas. Si trato de escribir una novela contemporánea me cuesta más. En cambio, si es ficción histórica «me pongo en el acto».
En cuanto a las obras que les guardo un cariño especial están, «La última frontera», porque fue la primera, y «La canción del bardo», con la que arranqué esta etapa de novelista. Con ambas existe un vínculo personal muy fuerte.
Novela negra, novela histórica, novela policíaca, thriller… ¿Cómo calificarías Sólo una extraña?
Un thriller de época. Una época muy cercana todavía y en la memoria de muchos, aunque cada vez van quedando menos de esta generación a la que le tocó sufrir la devastación de la guerra civil y sus consecuencias posteriores, algo que cambió el rumbo del país y su sociedad. Y de suspense porque la intención es mantener en vilo al lector de principio a fin, planteándole un auténtico rompecabezas.

Sólo una extraña arranca en Barcelona en 1942, durante los años más duros de la posguerra española, y termina en 1962. ¿Por qué situar la trama en esa época tan oscura de nuestra historia reciente?
Me inspiraron dos factores muy importantes para mí. El primero, los recuerdos de mi infancia elaborados a partir de los propios recuerdos de mis familiares, todo cuanto me narraban yo lo atesoraba en mi interior y lo revivía y reproducía en mi mente. El segundo, el cine antiguo, que adoro y forma parte de mi ADN. Un buen día me planteé la primera escena de la novela y lo demás surgió solo con la vitalidad de un torrente para mi propia sorpresa.
Escrita en primera persona, la novela cuenta con tres partes bien diferenciadas y tres narradores: Rosalía Jiménez, la protagonista; el inspector de policía de la Brigada Criminal, Manuel Ramírez, y un tercer personaje que termina de completar el puzle y que no desvelaremos. ¿Cómo fue que elegiste esta estructura narrativa?
Fue ante la necesidad de salvaguardar la tensión de la novela, dado que nada se desvela hasta el final, a pesar de saberse casi todo. El lector se convierte en cómplice de Rosalía y también del inspector Ramírez. A pesar de esta complicidad, el lector sigue sin saber la verdad y qué factor lo desencadenó todo al principio. La primera parte nos la cuenta Rosalía, pero llega un momento en el que ya lo ha contado todo, necesitamos entonces otro punto de vista que complete el suyo para el goce del lector que entonces se encuentra con nuevas revelaciones. El tercer personaje aparece para completar la historia que para los dos anteriores resultaba imposible. Decidí hacerlo para introducir al lector en un juego de anticipación y seducirlo hasta el final, porque era necesario subir la tensión de cada episodio sin agobiar a la audiencia, la historia así lo requería.

¿Quién es Rosalía? ¿Una femme fatale, una desalmada, una superviviente víctima de sus circunstancias que busca olvidar el pasado y asegurar su futuro a costa de lo que sea? ¿Cómo la describirías?
Esas son preguntas clave sobre el personaje cuya respuesta dejo en manos de los lectores.
¿Y qué nos puedes contar del inspector de policía Manuel Ramírez? ¿Te has inspirado en alguna persona real para crear al personaje?
Sí y no. Por un lado, es un personaje totalmente creado, pero su parte pesimista, porque es pesimista, aunque siempre conserva una brizna de esperanza, es una representación de las personas luchadoras y supervivientes de aquella España, no tan lejana, que vivía bajo el yugo del blanco y negro, donde el horizonte era gris, donde tratar de ser feliz era un escándalo, la máxima ilusión estaba dentro de un puchero, una generación a la que le robaron el derecho a soñar, incluso a vivir.
Sólo una extraña es una novela coral con muchos personajes. Uno de mis preferidos es Matilde Gómez de Navas, actriz de teatro de madura belleza que no se resigna al declive personal. Tú misma has sido actriz. ¿Es importante el teatro en el desarrollo de la trama? ¿Y en tu vida?
Sí, mucho. La dramaturgia es mi influencia directa a la hora de escribir. He sido creadora escénica y escrito bastantes textos y adaptaciones teatrales, y por tanto viene de serie, desde los diálogos hasta los planteamientos de las escenas y la creación de personajes. Yo también siento debilidad por Matilde Gómez de Navas, me la inspiraron esas actrices enormes que tuvimos, diosas escénicas gracias a cuyo legado el teatro hoy es lo que es, grandiosas en la vida y en la escena, lo que hubiera dado por estar a su lado escuchándolas simplemente, María Guerrero, Margarida Xirgu, María Casares, María Fernanda Ladrón de Guevara, y muchas otras…

Y en mi vida… En mi vida el teatro me ha aportado sabiduría, el hecho de vivir otras vidas de alguna manera hace que éstas siempre permanezcan en ti. Cuando una función acaba el personaje no se va del todo, permanece en ti dándote la seguridad que la timidez te roba, y la compañía que a veces te falta, es algo íntimo y secreto que te reconforta, imagínate cuando les da por hablar a todos a la vez, o discutir… Hay mucha gente dentro de uno… Es una locura fabulosa que siempre controlas tú, pero que sin duda crece contigo y te forma y complementa como persona, procurándote versiones mejoradas de ti misma.
Las hermanas Mercedes y Ernestina Fabré, ancianas, propietarias del negocio textil Hilaturas, sedas y algodones Fabré en la Barcelona de 1942, acostumbradas a una vida de lujos y amantes de las veladas musicales que celebran regularmente en Casa Fabré ¿son representantes de un mundo que se extingue poco a poco?
Sí. Las guerras, por desgracia, siempre cambian el orden establecido, y eso significa acabar con lo bueno tanto como con lo malo, lo que funcionaba o no funcionaba en la sociedad, da igual, esa sociedad se va al garete, y su lugar es ocupado por otra, con nuevas costumbres, modas, éticas… Ellas atrapadas entre un mundo que se extingue y el nuevo que no comprenden, se aferran a lo único que conocen, aunque suponga hacer el ridículo. No reconocen nada que no sea aquel esplendor del pasado perdido ya para siempre.
La familia Fabré, perteneciente a la alta burguesía barcelonesa, no es un ejemplo de concordia en Sólo una extraña. ¿Qué opinas de la institución familiar?
A veces, bajo la institución familiar se esconde la crueldad, la negación del ser y su libertad, de lo auténtico, e incluso de lo bueno y conveniente. La institución que se aferra a la tradición para salvaguardarse niega el progreso, el crecimiento y la expansión. Se enquista. Llega un momento que de tanto cercenar se decapita a sí misma y se extingue. ¿Karma?

En 1942, Barcelona es una ciudad gris donde la mayoría de la población trata de sobrevivir, pero también abundan los espías de los dos bandos combatientes en la Segunda Guerra Mundial. ¿Fue Barcelona un nido de espías durante los primeros años de la posguerra?
Fue el centro de operaciones perfecto del espionaje de ambos bandos, siendo un lugar aventajado para las operaciones de los agentes nazis. La razón, obviamente, es que el gobierno se prestaba a ello. Barcelona al ser un enclave mediterráneo les resultaba muy útil porque les permitía no sólo el estraperlo, sino el tráfico de toda clase de negocios oscuros, además de las rutinas de los agentes de inteligencia. El mundo estaba en guerra y la España neutral era un codiciado corredor para el tráfico internacional de cualquier cosa. Así, los alemanes instalaron empresas para el blanqueo y lograron hacerse las grandes fortunas, y no sólo ellos, también quienes les ayudaban desde dentro. Esto era peor que Casablanca.
El tráfico de niños y bebés durante el franquismo, su “entrega” a familias pudientes o la venta de órganos para salvar a pacientes ricos, entre otras abominables actuaciones, forma parte de la trama de Sólo una extraña. ¿Te has basado en datos reales? ¿Cómo te has documentado?
Me resultó muy duro y he tratado de abordarlo con la mayor sensibilidad, ofreciendo apenas una pincelada para darle pie al lector, con el conocimiento que ya tendrá, a comprender cuanto debe comprender. Casi no me ha hecho falta documentarme al respecto salvo para contrastar algún dato, porque esto parte, principalmente, de las historias y miedos que nos metían de niños con el coche negro que te podía seguir por la calle del cole al que nunca llegarías si se te ocurría detenerte. La verdad es que acaba convertido en un miedo atávico, para acabar descubriendo, tan pronto dejas de ser niño, la triste realidad de que son sucesos con base real cuando no debería ser así. Jamás debió ser así. El rapto e infanticidio vienen sucediendo desde el principio de los tiempos, porque los niños son vulnerables y no pueden defenderse, son presa fácil de la maldad, por desgracia.

Otra particularidad de Sólo una extraña es el lenguaje, con utilización de la lengua caló, hablada por la comunidad gitana en diferentes pasajes de la novela. ¿Cómo fue, en este caso, el proceso de documentación?
Por una parte, contaba con expresiones prestadas de un tío mío a quien le encantaba manejarlas cuando contaba anécdotas. No me di cuenta y ya las tenía ante mí en boca de los personajes, entonces pensé que valdría la pena indagar y darle ese colorido con todo el respeto y conciencia del mundo, busqué diccionarios, consulté en la web de Unión del pueblo Romaní, y finalmente consulté a un experto, un gitano auténtico, con quien mantuve charlas muy productivas.
Para uno de los personajes de Sólo una extraña “todas las mujeres son unas mujerzuelas”. ¿Era ese el pensamiento dominante durante la larga dictadura franquista? ¿Cuál es tu opinión?
En aquella época y hasta bien entrados los ochenta, la mujer no tenía entidad propia ni poder de decisión. Dependía de la voluntad y el permiso del padre o el marido para todo. Su lugar estaba en la casa donde podía ser la reina de las cuatro paredes. La mujer debía representar un casto modelo de santidad, santa esposa sumisa y complaciente, madre devota (de ahí viene la expresión dicha por hombres de “mi santa”). Como modelo de tal paradigma no podía salirse de esa buena conducta normativa inculcada hasta la médula. Quien no la siguiese a pies juntillas y se atreviese a dar un escándalo, protestando, revelándose, llevando ropa o un peinado moderno, por ejemplo, y ya no digamos tratar de ejercer una profesión liberal (no de sirvienta) era tildada por hombres y mujeres de «mujerzuela» y cosas peores. La presión y el sometimiento de la mujer era horrible, asfixiante, injusto. Yo pienso que hoy en día somos afortunadas, pero que no debemos dormirnos en los laureles.

¿Cómo se gestó la novela? ¿Decidiste la trama y el final antes de empezar a escribir? Cuéntanos cuál fue tu método.
Fue algo hermoso. Un día encontré una fotografía de estudio de Verónica Lake en blanco y negro, apoyada contra una columna con un vestido de seda y brillantes y apareció el título ante mí: «Sólo una extraña», y acto seguido, el principio de la novela desfiló por mi mente como si de una película se tratara. Me perturbó de tal modo que tuve que sentarme a escribirla, ya sabía el final. Siempre escribo para llegar a ese final. Corría el año 2016 y tuve que aparcarla para atender otros proyectos para Dolmen y Planeta. Así que se quedó en el cajón, siempre palpitando, llamándome y sin dejarme dormir muchas veces. Le llegó el momento ahora y disfruté muchísimo revisándola y fortaleciendo la trama.

Y el título, Sólo una extraña, ¿Cómo lo decidiste?
No lo decidí, me decidió él a mí. Ja, ja, ja. Se me reveló, de verdad, como un letrero de neón, subía de intensidad, me deslumbraba, también lo escuchaba sin parar hasta que lo anoté en un cuaderno Moleskine. Siempre los utilizo como bitácora de la novela, donde lo apunto todo, las concordancias, como son los personajes, física y psíquicamente, planos de las casas, incluso de localizaciones, lo que vivo y lo que pienso.
Para terminar esta interesante entrevista, le pediremos a Úna Fingal que nos hablé de sus próximos proyectos.
Ahora estoy con una sorprendente novela de época. Sorprendente por el atípico personaje principal. Al principio iba a ser una novela romántica, pero ha virado hacia la negrura y no sé lo que saldrá. No me hago responsable.
También vuelvo al teatro, estamos preparando para septiembre unos talleres con la idea de que surja una compañía estable.
Además, sigo colaborando con la edición de festivales de género negro, como el Subur Negre y el Octubre Negro en Madrid.
Desde Mucho Más Que Un libro te deseamos mucha suerte y un feliz verano.