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¡La maldición de Rasputín!

Grigori Rasputín

Se cumplen cien años de la Revolución Rusa de octubre de 1917 y del rocambolesco asesinato, pocos meses antes, de Grigori Rasputín, el monje analfabeto que llegó de Siberia, ejerció una gran influencia en la zarina Alexandra y pronosticó que, en caso de ser asesinado, la familia real no sobreviviría a 1918. Granada Noir 3 nos deleitó con la reconstrucción de ese extraño crimen que involucró a miembros de la nobleza y altos militares rusos y, según investigaciones recientes, incluso al servicio secreto británico.

Rasputín, un auténtico gigante de casi dos metros de altura, apodado “la más grande máquina de amar de Rusia”, procedía de Siberia y, a partir de una falsa humildad, construyó su personaje “presentándose a sí mismo como un instrumento de Dios”, explicaron José Antonio Muñoz y Benamí Barros, del Centro ruso UGR, de Granada. Consiguió introducirse en la corte de San Petersburgo a través de las hermanas de la zarina alardeando de sus poderes para curar al zarévich Alexéi, único hijo varón del zar, enfermo de hemofilia, que efectivamente mejoró.

José Antonio Muñoz y Benamí Barros desvelaron no pocas incognitas de la personalidad y el asesinato de Grigori Rasputín.

La influencia que este inquietante personaje llegó a ejercer sobre la emperatriz le granjeó poderosos enemigos. Su principal antagonista fue el príncipe Félix Yusúpov, una de las personas más poderosas de la época, que urdió su asesinato, inmortalizado en diferentes versiones cinematográficas y televisivas, como en la película francesa Yo maté a Rasputín (1967) y en la serie televisiva Grigoriy R. (2014). Veneno en el vino, cianuro en los pasteles, heridas de bala… nada parecía que iba a acabar con el temible monje siberiano, que consiguió escapar del palacio de Yusúpov dejando tras sí un reguero de sangre. Aún hoy la muerte de Rasputín se encuentra envuelta en el misterio: ¿murió a consecuencia del veneno ingerido, de sus heridas o simplemente se ahogó en el río Nevá, donde le arrojaron sus asesinos?

Aunque, eso sí, la maldición se cumplió y la familia real en pleno fue ejecutada en Ekaterimburgo por los revolucionarios rusos el 17 de julio de 1918.

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