Entrevista a Eduardo Oller, autor de “Las mensajeras”
Eduardo Oller nació en Barcelona y su actividad profesional se desarrolló fundamentalmente en el ámbito de la informática bancaria. En cuanto a su quehacer literario cabe destacar la obtención en 2014 del primer premio de relatos breves de Vimbodi i Poblet, así como su participación como finalista con la novela “Las seis letras” en el II Premio Icue Negro, organizado por Cartagena Negra 2020. Es autor de las novelas: “Estruc” (Ápeiron Ediciones 2017), “Las mensajeras” (Editorial Tandaia 2019), “Las seis letras” y “Erside” (Ediciones Oblicuas 2019 y 2021, respectivamente), “Stacco” (Ediciones Atlantis 2022) y “Dos horas” (Extravertida Editorial 2022). Esta última novela cierra la trilogía (Stacco, Erside y Dos horas) que enfrenta al detective Juan Ollero, y a su amigo Magín Herrero, con los malvados Samuel y Ernesto Coradia. Tras una anterior entrevista con el autor acerca de “Dos horas”, hoy conversamos con Eduardo Oller sobre su novela de género fantástico, “Las mensajeras”.
Las mensajeras es tu ópera prima, una novela que trata una temática muy diferente a tus restantes obras. ¿Puedes contarnos cómo se gestó la novela? ¿Y el título, quiénes son y qué significan “las mensajeras”?
Yo hice la «mili» entre 1978 y 1979, y fue ahí que nació el germen de «Las mensajeras«. Durante el Servicio Militar, imagino que para huir de aquel ambiente un tanto agobiante, me dedique a escribir poemas y relatos cortos. Aquella fue una aproximación a la escritura que nació y murió con el propio Servicio, ni había escrito antes ni volví a escribir hasta treinta y cuatro años después. En aquella época tuve que escuchar impávido una serie de mensajes que no me convencían en absoluto. Tanto fue así, que hice un poema sobre cómo las palabras se ven obligadas a ejercer de mensajeras y a propagar todo tipo de mensajes. Treinta y cuatro años después, recuperé ese poema (que es el que figura en la vitola del libro) y me planteé revestirlo. Me pareció que dotarlo de un entorno fantástico podría ser adecuado. Mientras iba tejiendo el traje de ese poema, su propia confección me llevaba a completar un ajuar con vida propia.
Parsíane, reina de Ciléo, poderosa, astuta e implacable; Gehaquo, un viejo consejero que parece esconder un secreto, Gozén, hijo de la reina, orgulloso e inteligente… y muchos otros personajes conforman el universo onírico de Las mensajeras. ¿Te has inspirado en sagas de fantasía épica? Cuéntanos.
En realidad, no, pero lo cierto es que, desde el primer momento, cuando visualizo a Parsíane veo a la reina Bavmorda de la película “Willow” (1988).
En Las mensajeras encontramos dos partes bien diferenciadas. En la primera, parte del ejército de Parsíane, al mando de su hijo, Gozén, y de Tago, un soldado que se plantea cuestiones que van más allá de la obediencia ciega, abandonan el reino de Ciléo y marchan en todas direcciones para cumplir la misión encomendada por una reina despiadada. ¿Qué puedes revelarnos de esa misión y de los lugares a los que se dirigen los integrantes de las diez columnas en las que se divide la tropa?
Como he comentado antes, nada más empezar a escribir «Las mensajeras» me di cuenta de que mi imaginación se desbordaba por las costuras y me vi en la necesidad de construir un mundo completo. Así que la primera parte responde a dos requisitos: situar al lector en la personalidad de la reina y su afán de perdurar, sin importar el coste, y mostrar el vasto mundo en el que se sitúa la historia. Para ello, mandé al ejército de Parsíane en busca de lo único que podría destruir su poder.
La segunda parte de la historia arranca con una alusión al inicio de la era del “Eterno Equilibrio” y a su relación con la “flor del Teacagua”, macho y hembra a la vez, y que se encuentra en un letargo que frena la expansión de la vida en Ciléo. ¿Nos lo explicas?
La flor del Teacagua es el punto sensible de Ciléo, el reino de Parsíane. Es la guardiana del equilibrio entre fuerzas. Si el mal tiene más peso que el bien, la flor del Teacagua se retrae y frena su expansión. Parsíane pretende suplantar el equilibrio natural con el suyo propio, por eso la flor deja de progresar.
Parsíane no es solo una reina dispuesta a todo para mantenerse en el poder. También tiene poderes mágicos y puede absorber la vida y la fuerza de todos los que tienen la desgracia de hallarse cerca de ella. Me recuerda a “La momia”, una película de aventuras que protagonizó Brendan Fraser y Rachel Weisz en 1999. ¿Tiene algo que ver? ¿Te gusta la literatura y el cine de aventuras?
La capacidad de absorber la vida es algo recurrente en la literatura y el cine. Como he comentado antes, si «Las mensajeras» tuviesen algún punto de unión, sería más con “Willow” que con ninguna otra historia. En cuanto a si me gusta la temática de aventuras, la verdad es que sí si está bien hecha y me arrastra con ella.
Imagino Las mensajeras como una novela de aventuras mágicas que bebe de varias fuentes y que sugiere al lector diversas lecturas. En otro pasaje, aparecen unos personajes “no muertos” que pueden volver a la vida en determinadas condiciones. ¿Te has inspirado también en las historias de vampiros y en el más famoso de todos ellos, el Conde Drácula?
No conscientemente, pero es imposible abstraerse de lo que nos rodea o conocemos. A fin de cuentas, está todo inventado.
En una entrevista anterior sobre tu novela policiaca “Dos horas”, nos hablabas de tu fascinación por Sherlock Holmes, nacido de la pluma de Arthur Conan Doyle en 1887. Nos confesaste que tu admiración por Holmes te sirvió para crear a uno de tus personajes, John Pottery, alter ego del detective Juan Ollero, protagonista de varias de tus novelas. ¿Te han “atrapado” otros personajes de ficción? Cuéntanos.
La verdad es que varios, pero muchos de ellos dependiendo de la época y edad. Desde las marionetas del Capitán Marte y la doctora Venus (primera mitad de los años sesenta) hasta el Batman del guionista y director cinematográfico Christopher Nolan, ha habido unos cuantos.
Fuiste informático de banca durante muchos años y trabajaste como Arquitecto de Sistemas y Administrador de Bases de Datos y Monitores de Teleproceso. ¿Ha influido tu actividad profesional en tus obras y, concretamente, en la utilización del concepto del tiempo? Este está muy presente en varias de tus novelas y también en Las mensajeras, en lo que Parsíane llama “el tiempo inverso de Ram”. ¿Nos explicas en qué consiste esta sorprendente teoría?
Siempre he tenido una enorme curiosidad por el mundo que me rodea y por su funcionamiento. Siempre he sentido la necesidad de investigar. Mi trabajo me permitió explotar la parte más analítica de mi mente, pero ahora es la escritura la que cumple esa función, solo que sin fronteras. No quiero desvelar gran cosa, pero la posibilidad de avanzar en el agua a medida que el tiempo retrocede y al revés, es una muestra de ello.
Diferentes razas y criaturas coexisten en la compleja trama de Las mensajeras, unas al servicio de otras y algunas como guardianas de algún tipo de secreto. Cuéntanos cómo diste forma a la historia. ¿Decidiste la trama y el final antes de empezar a escribir?
El punto de partida era la imposibilidad que tienen las palabras de controlar el uso que se hace de ellas. En realidad, como el lector verá, toda la novela juega con las palabras. El principio lo tenía claro, el final me lo sugirió una frase de «El señor de los anillos».
Parsíane, Gozén, Tago, Gehaquo, Tisdeno, Ogami, Sais, Roma, Tausdaso… todos personajes de Las mensajeras, juegan un importante papel en la historia, junto a los diversas criaturas y lugares fantásticos. ¿Tienes algún personaje favorito en esta novela desbordante de fantasía?
No necesariamente, aunque Parsíane me fascina.
Llegamos a nuestra última pregunta ¿Tendrá continuación Las mensajeras?
Diría que «Las mensajeras» como tal historia, no. La veo cerrada y de difícil continuación. No descarto otra historia a partir de los personajes supervivientes, pero ahora mismo estoy en otros proyectos.
Te deseamos mucha suerte.