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Entrevistamos a Arturo Daussà, autor de “Buscando a mi hija”

Arturo Daussà.

Arturo Daussà nació en Barcelona en 1945. Tras una larga vida empresarial en mercados y países diferentes, acumuló un variado e interesante conocimiento de realidades muy diversas, una mochila de experiencias que traslada a sus novelas. Si le preguntas, te dirá que la náutica, la lectura y la escritura son sus tres grandes pasiones; aunque su verdadera pasión sea la de alimentar una inagotable curiosidad: no es otra cosa lo que entiende por vivir. Hasta la fecha, entre relatos cortos y novelas, ha publicado quince libros. Mare Nostrum (2001), su primer libro publicado, una recopilación de trece cuentos cortos escritos desde temprana edad y de entradas del diario de bitácora de navegaciones del autor por el Mediterráneo. Sus otras novelas son: Icono de corcho (2012) y Vivir al filo (2013), Nada es lo que parece (2015), Dime la verdad (2017), Maldita máquina de fotos (2019), El deber obliga (2020), La sorpresiva cabaña (2022) y Buscando a mi hija (2024). Además, están los libros de relatos cortos Aisake y El solitario (2014), Es nin dels estels (2017), Dos soles (2018) La primera vez y otras historias (2020) y Diario de un confinado (2020). Encontrareis más información sobre los libros en la Web del autor: https://arturodaussaescritor.com/mis-libros/

«Icono de corcho», ópera prima de Arturo Daussà. Museu del Suro, Palafrugell.

Cuéntanos cuando empezaste a escribir y por qué ¿Cómo fue que tu producción literaria aumentó espectacularmente a partir de 2012?

Todo empezó por una promesa. En casa había una librería muy extensa, papá era un gran lector y el hábito de leer fue cosa natural en nuestra niñez. Desde ese primer encuentro con los clásicos, los libros me han acompañado toda mi vida. Pero, además de ese amor por los libros, la historia de nuestra familia siempre estuvo presente en sus conversaciones con nosotros. Al final, siendo ya adulto, le prometí a mi padre que algún día escribiría esa historia.

Aunque no lo olvidé jamás, pasaron muchos años hasta que las circunstancias me permitieron cumplir mi promesa. El primer paso fue recoger de todos mis hermanos y de mis tíos cualquier documento familiar que me sirviera de base para escribir. Después invertí tres años ordenando toda esa documentación e investigando en hemerotecas y bibliotecas; y entonces escribí una novela de eso que hoy llamarían autoficción histórica y logré publicar Icono de corcho.

La novela tuvo considerable éxito y fueron muchos los que me animaron a que siguiera escribiendo. Con ese gusano en el cuerpo que ya no me ha abandonado, pasé por un buen puñado de cursos de escritura creativa y seguí contando historias. Con más intensidad o dedicación según la vida profesional fue remitiendo, con lo que se puede decir que el hueco laboral lo llenó el de contador de historias.

Por cierto, aprovecho para dejar constancia de que toda la valiosa documentación que soporta Icono de corcho, está cedida al Museo del Suro, de Palafrugell, y a disposición de los estudiosos del tema.

Además de entretener, tus novelas tratan diferentes conflictos sociales que van desde la violencia de género y el robo y venta de bebés hasta la corrupción y el fraude de grandes laboratorios farmacéuticos, el colectivo gitano marginado, los paraísos fiscales y las sectas destructivas, entre otros. ¿Te preocupan estos temas? ¿Te planteas un objetivo al escribir tus relatos y novelas?

Efectivamente, me interesan aquellos conflictos sociales de los que se habla poco o de los que se habla mucho, pero casi siempre con tendencia a manipularlos en un sentido u otro. Por eso a lo largo de mis novelas subyace en las tramas alguna de las escandalosas disfunciones sociales. Digamos que son eso, subyace, que compone una de las dos historias que siempre están presentes en un relato: lo que se cuenta de forma directa y manifiesta, y lo que se pretende contar o dejar patente en verdad. A veces, es esta historia subyacente la más importante o trascendente en un libro. Lo cierto es que, por ese motivo, cada novela me ha supuesto introducirme en las cocinas donde se han cocido esos escándalos o, quizá con más propiedad, en cloacas por donde circula ese residuo fétido de hipocresía social. No siempre ha sido fácil.

En Dime la verdad, me gané la confianza de un doctor dedicado a investigar en uno de los grandes laboratorios farmacéuticos. Un hombre desanimado, hastiado por la falta de ética, que me facilitó buena parte de la información necesaria para la novela.

En Nada es lo que parece, dediqué doce meses a asistir cada miércoles a la Ciudad de la Justicia, introducirme en el movimiento de Custodia Compartida y conocer de primera mano la historia de un crimen real de violencia de género sobre el que basé la historia.

En La sorpresiva cabaña, alquilé una cabaña en Michigan, la misma que sale en la novela, y fue allí, con ese escenario y el ambiente real de las poblaciones que rodean el lago, donde escribí la trama.

Y así, en cada una de mis novelas, de una u otra manera, esas experiencias reales alimentan mis historias.

Reunión de adeptos de una secta destructiva.

En Buscando a mi hija, tu última novela, te adentras en el oscuro mundo de las sectas y, especialmente, de las que llamas sectas destructivas. ¿Por qué escribir una novela sobre las sectas? ¿Existen sectas no destructivas?

Como bien dices, el mundo de las sectas es muy oscuro y diría que poco conocido. Claro que existen sectas no destructivas, o que, en lugar de darle ese nombre, las llamamos religión o filosofías o creencias. Incluso se puede decir que las hay muy destructivas y votamos por ellas cada cuatro años… Sarcasmos aparte, lo que me llevó a escribir esa novela son esas que la propia ley tacha de destructivas. En concreto, en Buscando a mi hija, seguí el rastro de la secta Moon, como ejemplo de los métodos empleados para conseguir adictos, una técnica que es prácticamente igual en todas las demás. Tampoco fue un asunto fácil.

¿Qué buscan las sectas? ¿Qué puedes contarnos del proceso de captación de adeptos?

Básicamente las sectas buscan dinero y sexo, y para lograr su objetivo se valen de personas que están pasando por un proceso depresivo, personas que piensan que todo el mundo está contra ellos, y que encuentran, o les hacen creer que han encontrado en la secta, el amor que necesitan. De ese modo se crea una dependencia que piensan que es afectiva, pero en realidad es adictiva y desemboca en una dependencia del líder. En ese momento, con el cerebro abducido, es tarde para salir.

«Portal mágico» para alcanzar la «felicidad» en el mundo sectario.

Iglesia de la Cienciología, secta CEIS, Iglesia de la Unificación, más conocida como secta Moon, secta Sathya Sai Baba… todas ellas aparecen en Buscando a mi hija como sectas destructivas. ¿En qué aspectos se diferencian? Si tuvieras que clasificarlas por su toxicidad, de mayor a menor, ¿Cómo lo harías?

La secta CEIS fue desarticulada en los años sesenta. La Cienciología está tolerada en España como una Iglesia a diferencia de lo que ocurre en Francia, donde se considera como secta y no está permitida. Respecto a la secta Moon, para mí es la más tóxica y peligrosa de todas las que llegué a investigar y basta con leer el libro para darse cuenta. Buscando a mi hija no es un ensayo, es una historia donde, a través de una trama trepidante y a la vez entretenida, se muestra todo el mundo sectario.

La novela arranca en Ibiza y repasa la llegada de «los hippies» a finales de los sesenta y principios de los setenta del pasado siglo. El movimiento hippie ansiaba crear una sociedad alternativa en contacto con la naturaleza y abogaba por la paz mundial. ¿Qué queda de este movimiento?  

El movimiento Hippie llegó a Ibiza en los años sesenta, su lema fue haz el amor y no la guerra, y se refería básicamente a la guerra del Vietnam. Al pasar de los años, fue el gancho de entrada del turismo masivo que buscaba allí la relajada existencia que la política laxa y permisiva, tanto respecto a las costumbres como especialmente hacia las drogas, practicó el régimen de Franco necesitado de divisas.

Mercado hippie en Ibiza.

Yo tuve la suerte de entrevistar a algunos de los viejos hippies que todavía perduran en la isla. Ellos me confirmaron que la esencia del movimiento se fue adaptando poco a poco al capitalismo, adoptando en esencia el consumismo. Así que todo lo que encontramos hoy en los mercados hippies de Ibiza es un simple trampantojo de lo que fue.

Pablo Moreno, el protagonista, un comisario de policía en la cuarentena, es enviado a Ibiza para investigar un crimen. Rememora su estancia en la isla en 1975 cuando tenía veintiún años y, entre la añoranza y la culpabilidad, descubre la existencia de una desconocida hija, que puede haber caído en las redes de una secta destructiva. ¿Es posible escapar de una secta cuando ya te ha atrapado?  

En mi investigación, hablé con los Mosos d´Esquadra que, por cierto, tienen un departamento para adicciones, ludopatía, sectas, etc. Ellos me dijeron que es muy difícil desprogramar un cerebro que ha estado programado por una secta, e incluso, a veces, se da por imposible poder llegar a la curación. Así que parece que la respuesta es que sí; es posible, aunque difícil y no en el cien por cien de los casos.

Anochecer en Ibiza.

En tu opinión, ¿Qué características nos convierten en más vulnerables para ser captados por una secta destructiva? ¿Cómo podríamos proteger a nuestros niños y jóvenes?

Los candidatos son los jóvenes, no tanto los niños. Buscan a los que pasan por una depresión, da igual que el detonante sea un desengaño amoroso, un problema familiar, de adaptación al trabajo o en los estudios superiores iniciados. Lo importante es que haya causado en ellos sensación de abandono, y que se hayan aislado de una sociedad a la que consideran su enemiga. Ese momento es propicio para que la secta les ofrezca el acompañamiento y comprensión que están convencidos que los demás les niegan. Por supuesto, la falsedad de estos sentimientos fraternos se oculta tras un estudiado disimulo.

Todo este recorrido es el que sirve de decorado, de paisaje a Buscando a mi hija.  Al recorrerlo, la narración nos introduce poco a poco, apenas sin darnos cuenta, en esas cuestiones. A menudo, ese juego con la aparente ficción es el mejor espejo para que nos miremos. En una de esas ferias en las que los escritores tratamos de acercarnos a nuestros lectores, una madre me dijo que gracias a la lectura de la novela comprendió el motivo del aislamiento de su hijo y que, por suerte, llegó a tiempo de evitar que aquello fuera a más.

Tengo curiosidad porque nos expliques cómo te has documentado para escribir Buscando a mi hija ¿Sabes cuáles son las sectas destructivas que operan en nuestro país?  

Como te dije antes, la investigación para la novela no fue fácil, los sectarios no facilitan ninguna pista, incluso la mayoría de los que han logrado salir tienen pavor a rememorar aquello por lo que han pasado o miedo a las consecuencias, a persecuciones o venganzas. Yo tuve la suerte de conocer una mujer que luchaba por salir de la secta Moon y que quiso contarme su historia. Además, conté con la colaboración de los Mossos, dos psicólogos y un médico.

Playa paradisiaca, Ibiza.

Para arrancar la historia aproveché un asesinato real que actuó de chispa, de inspiración de la trama. Como ya he dicho que ocurre con todas, Buscando a mi hija no es una excepción y se sustenta en hechos reales, naturalmente novelados. Lo que nadie debe olvidar es que ver que las sectas desfilan con sus nombres en absoluto quiere decir que el problema esté solucionado, casi resulta inútil: modifican sus estructuras y nombres con facilidad. De todos modos, en la novela aparecen los más significativos, aunque, como te he dicho, algunos hayan cambiado ya de piel como las serpientes.

Lo que quizá deberíamos preguntarnos como sociedad es si la adicción de jóvenes y no tan jóvenes al teléfono móvil y las redes sociales no es la moderna manera de atontar, de idiotizar a una sociedad tan idiotizada que sigue pensando en el libre albedrio, que cree que ve las películas que quiere ver o lee los libros que quiere leer. O que vota a quien quiere votar. Sin criterio, porque ese azucarillo se va diluyendo en la ideología única que se superpone a derechas e izquierdas para beneficio de quien lo controla todo en la sombra tecnológica.

En la novela, Pablo Moreno recorre medio mundo, desde Ibiza y Madrid hasta Londres, Llanelli (Gales), Corea del Norte y del Sur y varios países de África. Creo recordar que una vez dijiste que hay que conocer los escenarios de las novelas para poder describirlos. ¿Has estado en todos estos países?

Pisar personalmente los escenarios donde transcurre lo que deseas escribir es aconsejable, aunque no es siempre posible para todos ellos. En este caso, pasé días en Ibiza cotejando escenarios y datos. En el caso de Madrid, Londres y Gales visité los lugares para asegurarme de que las descripciones eran fidedignas. En el caso de las dos Coreas, la información me la facilitó un amigo diplomático que conocía bien ambos países por haber ejercido en ellos.

Busan, Corea del Sur.

¿Cómo han actuado en nuestro país las sectas destructivas desde la llegada del turismo a la España franquista? Cuéntanos.

La llegada masiva de turistas en aquellos años supuso un chorro de novedad en las costumbres para una sociedad anclada en la tradición, aunque la verdad es que no solo fuimos los españoles los contagiados, sino que los que nos visitaban no solo buscaban ese dorado sol, sino una relajación y aceptación de todo aquello que venía de fuera como una nueva religión. Ellos se llevaron la siesta, llenaron las plazas de toros, corrieron más que nadie en los encierros o disfrutaron sin tino de la paella o la sangría. Y lo siguen haciendo. Seguramente, unos y otros, en aquel ambiente festivo, tomamos las costumbres ajenas con el fanatismo de los conversos. Quizá por eso no es de extrañar que la sociedad española actual, o quizá más la de finales del siglo pasado, haya sido la más liberal, permisiva, incluso desvergonzada y libertina de toda Europa.

Pero bueno, no toda esa evolución o esa apertura fue para bien. Como siempre, la libertad y la protección de los derechos individuales fueron aprovechadas como puerta de entrada para el narcotráfico, las mafias de toda clase, las sectas y otras clases de delincuencia.

Como ya dije, el régimen, necesitado de divisas para su desarrollo, no mostró una gran oposición. Pero no debemos engañarnos. Si exceptuamos a alguna sociedad como la francesa, con un ADN poco dado a cualquier cosa que huela a religión, el mundo en general no las ha sufrido o permitido menos que nuestro país. Estados Unidos es un buen ejemplo lleno de telepredicadores y chanchulleros al uso.

Fiesta en la playa.

Siguiendo la pista de Aeron Daves, un embaucador al servicio de la secta Moon, Pablo Moreno llega a Corea del Norte haciéndose pasar por experto en turismo. ¿Qué consejos darías a los lectores que quisieran visitar este país tan alejado de las costumbres y modo de vida occidental?

Corea del Norte, en la actualidad, ha relajado mucho su control sobre la sociedad incluyendo a sus visitantes. No obstante, aún hoy en día, un turista no debería creerse que saldrá de allí conociendo el país: visitarán lugares preparados de antemano para ellos, lugares alejados del verdadero palpitar de la población. Yo les aconsejaría que intentaran personalizar la visita, que buscaran el contacto cara a cara con la población. Aunque no les resultará nada fácil, la verdad.

¿Te consideras escritor de brújula o de mapa? ¿Qué método has seguido para escribir Buscando a mi hija?

A mí siempre me ha hecho gracia esa nueva manera de etiquetar un trabajo o, mejor dicho, un oficio. Debo decir que yo, como navegante, no utilizo mapas, sino cartas náuticas, y tampoco brújulas, sino bitácoras.

En consecuencia, no sé muy bien que contestar; es decir, yo sé qué quiero contar y, a veces, cómo acabar. Pero, como dijo Heráclito, «esas aguas del rio que ves pasar ya no volverán». Por tanto, dejo que los personajes fluyan, que vayan construyendo la historia. Eso sí, siempre vigilante para que no se desmadren y hagan lo que les dé la gana. Es decir, guiar ese flujo por los meandros del río que sean de interés en el relato.

Dicho lo cual, no sé si me corresponde la etiqueta de mapa o brújula, o ambas, o quizá ninguna.

Mercado en Corea.

Por último, le pediremos a Arturo Daussà que nos hable de sus próximos proyectos. ¿Estás escribiendo otra novela? 

Tengo en la actualidad una nueva novela, que imagino estará en las librerías muy avanzado el año o, quizás, a primeros de 2026. Esta vez la historia hurga en las oenegés, en lo que más de una vez se esconde tras tanto altruismo: ¿Son tan no gubernamentales? ¿Son tan apolíticas? ¿Son tan carentes de ánimo de lucro? ¿En especial, lo son sus directivos o dirigentes? Esas preguntas son las que, más que contestar, intenta dejar sobre la mesa la novela.

Como siempre, aparte de entretener, se trata de alumbrar aquellas cosas que nos ocultan. Si una novela entretiene y conmueve, es interesante; pero, si además te descubre algo, es doblemente interesante.

Además, por aquello de buscar nuevos retos, nuevas experiencias literarias, formo equipo con Javier Luque, otro loco de emborronar páginas, de presumir de viejo y, como él diría, de someter su obra a un puñado de jurados que tuvieron el poco criterio de premiarle. Pero el verdadero reto de la novela negra que compartimos no son tanto esas cuatro manos implicadas, sino unas características bastante singulares que la apartan de los cánones tradicionales del género, y que esperamos haga disfrutar al lector por su tono divertido sin que ello signifique un gramo menos del rigor con el que ves que afronto mis novelas. Si no cambiamos de idea, su título será Caza Real, con Z.

Desde Mucho Más Que Un libro os deseamos mucha suerte.

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